
“Te llevan una vez al mes afuera para hacerte los estudios, pero siempre con una orden del juez para salir. Si te descomponés, no hay medicamentos ahí adentro. Tardan de dos a tres meses para sacarte. A veces las pibas corren riesgo cuando se lastiman”, confiesa Martina Domínguez, que estuvo en la unidad 33 de Los Hornos. Una vez que se cae presa se pierde todo derecho y así, lo vivieron ella y sus compañeras embarazadas: la emergencia sanitaria, alimentaria y social están a la orden del día.
Según el último censo del Sistema Nacional de Estadísticas sobre Ejecución de la Pena (SNEEP), realizado en diciembre de 2018, eran un total de 1600 mujeres las que se encontraban detenidas en los distintos penales de la provincia de Buenos Aires. Permanecían en contextos de encierro 82 mujeres embarazadas y/o viviendo con hijos/as menores de cuatro años; en ese momento había 61 niños/as encerrados/as en las unidades 33 de Los Hornos y 54 de Florencio Varela.
“Podés tener a tu bebé hasta el año, si tenés familiares que se hagan cargo de él, pero las que no tienen a nadie, ‘las palias’, lo pueden criar hasta los cuatro años y luego se los dan en adopción. Y los chicos se acostumbran a los códigos de la cárcel, a ‘tumbearte’, se lastiman y matan por la comida aunque la comida que te dan es la de un perro. Y las madres se pelean por los pañales y la leche”, declaró Martina denunciando también la emergencia sanitaria en la que los penales se encuentran. Además, comentó que las mujeres que están con chicos y las embarazadas están separadas, en un grupo aparte. En otro ‘rancho’, como suelen decirles a las celdas, donde hay cuatro mujeres en cada una.
'Las Palias' son aquellas mujeres que no tienen familiares ni amigos que las visiten , aquellas que no tienen a nadie que les traiga alimentos, ropa, medicamentos. Entonces es tener todo a sangre y fuego, es aprender a pelear y conseguir lo que se pueda para alimentar a sus hijos. En la mejor de las suertes, dependen de donaciones de distintas personas voluntarias conformadas en grupos autogestionados como en el que participa Irene Pizarro, docente e integrante de Justicia Restaurativa, grupo fundado por Andrés López, abogado penal, y Carmen Mellusso, jueza de San Martín y que hace visitas a los distintos penales de la provincia de Buenos Aires con el fin de dar charlas y cursos a los presos y presas. Entre tantas de las actividades que realizan, una de ellas es llevar juguetes y ropa a las madres, niños y niñas que se encuentran dentro de las penitenciarías, sobre todo a aquellas que no tienen familia que vaya a visitarlas y, por lo tanto, no tienen con quien dejar a sus bebés afuera ni tampoco recursos para estar allí dentro. Irene dice: “puede parecer un poco egoísta decir ‘quiero estar con mi hijo’, pero, por otro lado, es una forma de no estar sola, de tener algo y alguien de quién ocuparte, así como también generar una especie de familia con sus compañeras de celda, donde a la más vieja del penal le toca ser la abuela, a otra la tía, a otra la madrina.” Además, declara: “Si sos mujer y encima estás presa, sos la misma mierda. Las que peor la pasan son las mujeres. El mismo servicio penitenciario las trata como paquete. Por eso muchas deciden estar con sus hijos, dentro de todo son las más cuidadas”.
El famoso arresto domiciliario mencionado en la Ley Nacional 26.472, que ampara a las mujeres en contexto de encierro que transitan un embarazo no se cumple, no existe ningún compromiso de parte de ninguna autoridad para ratificarlo. “Una cosa es lo que está escrito en un papel, otra muy distinta lo que pasa. Y lo que pasa en el penal, es algo que no se lo deseo ni a mi peor enemigo (…) Vi a muchas chicas jóvenes que se mataron enfrente de mi porque no soportaban que les quitaran los hijos cuando pasaban los cuatro años” Sí, Martina vio morir a sus compañeras y como no tenían familia, nadie las reclamó.
Es así como las madres prefieren tener a sus hijos ahí adentro y criarlos con ellas. A pesar de que ello signifique algunas veces hambre, otras miseria y desolación e incluso, y no siendo suficiente el calvario a la que están sometidas día a día, la misma muerte. La muerte por el dolor que les produce separarse de sus compañeros, sus niños y niñas el maldito cuarto año.
Actualmente, con el aislamiento por la pandemia se acentuaron las dificultades, las visitas están limitadas o restringidas y las mujeres reclaman la domiciliaria, que solo la obtuvieron 25 de 80 madres detenidas. "Seguimos creyendo que las madres y sus hijos deben estar cumpliendo sus penas en sus casas. No hay chances de combatir al COVID dentro de una cárcel. Con la superpoblación que hay es imposible cumplir el distanciamiento social. Y tampoco pueden cumplir el lavado frecuente de manos, porque no les entregan material de limpieza", sostiene Roberto Cipriano García, secretario de la Comisión Provincial por la Memoria (CPM).
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