LOS BARBIJOS SON OBLIGATORIOS, TRABAJAR EN PANDEMIA, TAMBIÉN
- rondamedio
- 27 jun 2020
- 5 Min. de lectura
Actualizado: 1 ago 2020
Eran las cinco de la tarde y mamá atendió una llamada. Era mi hermana. Entre llantos, contó que su compañera había dado positivo en COVID-19 y que aún no podía salir del trabajo porque tenía que cumplir con la jornada laboral.
A penas se expandió la noticia, el empleador les alcanzó un termómetro a lxs trabajadores de la cafetería. Desde abril trabajaron con delivery y desde mayo con “take away”. Los barbijos son obligatorios, ir a trabajar en medio de una pandemia, también.
El contacto estrecho lo tuvieron todxs hasta que su compañera dejó de ir y nadie más supo de ella, hasta hoy .El resultado de su hisopado había dado positivo. Quienes conocían la razón de su ausencia en el trabajo no dijeron nada. La cafetería siguió funcionando con normalidad. “Mañana tienen que venir”, les dijo su empleador. A pesar de la noticia el lugar no cerraría.
Cumplimos cien días de cuarentena y el virus se expande cada vez más. En el AMBA vemos que hasta los grandes hipermercados como Coto cierran a la fuerza por empleadxs con casos confirmados, y que el transporte público estalla de personas que van a sus trabajos porque hay alguien que desde arriba también les dice que mañana tienen que venir.
Al cortar la llamada y enterarnos de que posiblemente mi hermana tenga coronavirus, con mi mamá decidimos acudir al Estado. En el 134 no nos atendían, en el 148 estábamos en espera hace más de una hora. Con el municipio solo pudimos contactarnos por mail así que también llamamos al 107. Imposible comunicarse. Entre llamadas y llamadas, el SAME nos atendió y nos dijo que nos comuniquemos con el 134 y con la obra social. La obra social nos dijo que no podían llevar una ambulancia al ambiente laboral porque mi hermana aún seguía ahí y que en ese caso debíamos llamar al 911. En el 134 seguiamos esperando.
Hasta las diez de la noche no iba a poder volver a casa, solo quedó llorar por el miedo y el desamparo de no encontrar una respuesta ni una solución de nadie.
Mi hermana llegó a casa finalmente. Pudimos contactarnos con el 148, le tomaron los datos. “Puede ser un posible caso sospechoso por contacto estrecho”, le dicen. Pero al no tener fiebre y solo sentir dolor de cabeza, era muy probable que no le realizaran ningún test. Mi hermana se sintió mal, lloró y pensó que seguro también se contagió, no quería perjudicarnos a nosotras. Decidimos llamar a la ambulancia de la obra social y nos confirmaron que vendrían a verla.

Dolor corporal y de cabeza, eso siente. Podría ser la angustia, la misma desesperación o el desamparo, pero el contacto estrecho estuvo. Llegó la noche y duele el pecho, hace cien días que nos cuidamos pero esta vez tocó vivirlo en casa y no verlo en la tele.
¿Qué pasa si mi hermana se contagió en estos días? ¿Quién se haría responsable? ¿Qué va a pasar con nosotras, con mi mamá que es de riesgo?
La ambulancia de la obra social llegó a las cuatro y media de la madrugada. Me quedé en la habitación y no quise acercarme ni ver a nadie, solo me desperté y escuché. La atienden y la interrogan. “Sí, yo diría que es un caso sospechoso porque hubo contacto estrecho, tiene dolor de cabeza y cuerpo, aunque sea a causa de la angustia lo mejor es sacarnos la duda y hacerle un hisopado, más que nada por usted, señora, su hija no está en peligro porque es joven, pero usted sí, yo me preocuparía por usted”, le dice el médico a mi mamá. “no tiene idea de lo que estamos viviendo, las cosas que veo todos los días con mis compañerxs, lo que yo veo en las guardias. Ya estamos colapsados, el Estado y el sistema de salud no están preparados para enfrentar esto”.

A las seis de la mañana a mi hermana le dijeron que la iban a trasladar hacia González Catán, pero al llegar a la clínica, le avisan al chofer de la ambulancia que en realidad su caso iba a ser atendido en Capital Federal. Entre idas y vueltas al llegar a CABA, el chofer se pelea con el personal administrativo porque a mi hermana no la querían aceptar por solo ser un caso sospechoso de contacto estrecho.
Mamá llamó a la obra social para preguntar qué estaba pasando con su hija en la clínica, por qué no la querían atender. Entre preguntas y confusión, la obra social y la clínica no se ponen de acuerdo para atenderla.
Finalmente después de tres horas la atendieron y la aislaron en una sala de espera hasta que una doctora tomó su caso. Le realizan el hisopado. Mientras el tiempo pasaba y en espera de un resultado, llegó una señora de 89 años con una úlcera en el pie al grito de: “coronavirus, coronavirus” y la trasladaron a la misma sala donde estaba mi hermana.

Las horas pasan y no sabemos si ella va a volver a casa. La incertidumbre me desespera, a mamá le sube la presión. Pienso si esto mismo viven las personas que tienen o son sospechosas de tener el virus, ¿se habrán sentido igual de desamparadas, angustiadas y perdidas?
Eran las tres de la tarde y le toman la temperatura, no tiene fiebre. Los resultados de la extracción de sangre dieron negativos en el análisis viral, pero aún faltan los del hisopado. Podría haberse quedado quince días aislada en la clínica o en un hotel como les pasa a muchas personas que son contagiadas, pero a mi hermana la mandaron a casa al no presentar síntomas graves con la condición de cumplir un aislamiento estricto durante quince días.
Sus compañerxs de trabajo siguen esperando por un hisopado. Ni el empleador ni el municipio se aseguraron de conseguir testeos para quienes tuvieron contacto estrecho con la compañera contagiada. La cafetería cerró tan solo por siete días. Todo vuelve a la normalidad y el lugar hoy está abierto. Tanto la ART, como la obra social, el sindicato y la municipalidad están al tanto sobre la apertura del negocio y la continuidad de las tareas laborales de todas las personas que estuvieron con la compañera contagiada a pesar de no haberse cumplido los quince días de aislamiento. El 134 aún sigue sin atendernos el teléfono. No hay protocolo que se cumpla.

A mi hermana le dio negativo y luego tendrá que ir a trabajar como se lo piden desde arriba, así como todas las personas que arriesgan su vida en el transporte público, en la calle y en el trabajo para ganarse la comida de todos los días. Hoy ella no se contagió y tuvo mucha suerte, porque por un dolor de cabeza aceptaron atenderla, porque gracias a que le hicieron el hisopado el empleador no la obligó a volver al trabajo mañana, pero a sus compañerxs sí y nadie hace nada.
Pienso si eso mismo habrán vivido lxs trabajadores de Coto, de Vea, de Waltmart, Felfort y todas las demás fábricas y supermercados que tienen a su personal con casos positivos y lxs empleadores no quieren cerrar. Pienso en las líneas de teléfono que nunca nos atendieron y en aquellas que no se hicieron cargo. La voz del médico hace eco en mi cabeza. “El estado y el sistema de salud no están preparados para enfrentar esto”.
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